domingo, 6 de marzo de 2011

De Luz

Le sujetó firmemente su mano. Le había jurado permanecer allí hasta el final. Contra cualquier pronóstico, cumpliría su promesa de estar por siempre a su lado. Ella, tendida, respiraba con dificultad mientras su mirada cargada de angustia se clavaba en las pupilas llorosas de él. -Respira, respira- le consolaba. El suplicio aumentaba a cada tanto, arrancándole quejidos al aliento escaso. Llena de miedo, sentía desvanecer sus fuerzas. Su frente perdía el color y sudorosa abrigaba tantos pensamientos, tantos sueños por cumplir... Sus gélidos dedos buscaban el calor guardado en las robustas manos que le asían. En un repentino latigazo de dolor, se aferró a él como queriendo con eso atraer la vida. No le soltaría, ni ahora ni nunca. Él siempre estaría junto a ella. Le amaba con toda el alma. Asustada dejó escapar las lágrimas por sus lívidas mejillas, mientras él se las bebía en un beso, sin poder evitar aún su propio llanto. Se dejó caer procurando el aire en un quedo gemido... Luchaba. Siempre se consideró fuerte, y esta vez no se sería distinto. No se dejaría ganar. Un tormento corrió vertiginosamente por sus venas. Gritó. Buscó sus ojos marrones. Y allí estaban, amantes, brillantes, ahogados... Creyó que el final se acercaba, que después de todo estarían bien...Cerró los ojos cansada. Suspiró de nuevo. Su corazón se detuvo por unos instantes. Sintió paz. Y se llenó de amor cuando de pronto un llanto agudo inundó de luz la habitación. Se miraron, complacidos. Con el rostro iluminado le dieron la bienvenida a la primera flor de su inmenso amor...

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