Se abrió paso de entre la multitud. Sus ojos inquietos le buscaban desesperadamente en los innumerables rostros felices que se acercaban curiosos. Apuro la sonrisa, vistió el mejor brillo de sus pequeñas pupilas. Hoy sería el día. Hoy sería diferente. Cada tarde observaba venir la marea de constantes visitas. Aquella que ahogaba su intranquilo corazón con la más dulce esperanza de encontrar su lugar. Las caras paseaban, cual feria fugaz, con sus risas, silbidos y gestos. La caravana se iba al final del día, dejando paso al frío nocturno. Para luego encontrar el vacío y la melancolía... Cuántas noches lloró en silencio. Tantas lágrimas contadas a través de las barras. De qué manera le extrañaba. Pero esta vez no. Ese era el momento. Se lo había prometido a sí mismo. Hoy vendrá por mí- se dijo-. Y volvió a luchar otra vez. Se esforzó como nunca. Hoy dirán su nombre. Aprestó el oído para ganarse un espacio entre el bullicio hiperquinético que le rodeaba. Y en un instante inesperado había sucedido. Dos grandes ojos verdes se detuvieron en los suyos. Su cuerpecillo se estremeció en un temblor nervioso. Le iluminó con su inocente sonrisa. Mostró los dientes otra vez. Y su corazón y su aliento se detuvieron por microsegundos, cuando le tomó entre sus brazos. "Hola, Jack". Le dijo con enorme ternura. Sus ojos se ahogaron al oirlo. Jack. Jack. Lamió sus mejillas. Con un dulce ladrido le prometió ser su fiel y eterno amigo.
miércoles, 30 de marzo de 2011
martes, 22 de marzo de 2011
La Prima Vera

Apenas la lluvia se había secado en los cristales. El frío aún mordía fuerte en los huesos. Un aire pesado y gris reinaba en los alrededores. Antonio había olvidado sonreír. Perdío la costumbre de silbar por las mañanas cuando ella partió. Ahora sólo compartía las horas con el silencio. La soledad se sentaba a su mesa para cenar con él. La pesadumbre se adueñó de sus piernas, y el frío amenazaba con ganarle otro espacio en la habitación. Arrellanado en el sillón, Antonio o Toño, como le decía, permanecía quieto, trémulo, ahogado en los recuerdos. No tenía a nadie más. Sólo sus labios fresa que ahora se habían marchado con el sol. Desde la ventana, observaba como el blanco se apoderó de su jardín. Había contado una a una las hojas que caían lentamente con cada recuerdo difuso. Como cada escarcha que se deslizaba en sus mejillas. ¡Si tan sólo fuese posible olvidar! Su presencia danzaba entre cada rincón del espacio vacío. Así pasaba las noches mellizas y los días clonados. Pero en esa hora, que no era distinta a ninguna otra, era más bien la eterna repetición del tiempo, alguien tocó a su puerta. Con desgano, Toño, se acercó al pomo, le hizo girar, y en frente de él la visita inesperada. Era Verónica, o Vera como le decía ella a su prima favorita. Había venido de tan lejos y después de tanto tiempo. Llegó cargada de flores, con una amplia sonrisa color melón. Sus cobrizos cabellos ondulados rendidos al viento sobre sus hombros, reflejaban una luz inusual. Atravesó el portal y un rayo de sol le siguió tímido desde la ventana. La prima Vera entró a su hogar, trayendo consigo el calor que había perdido, el color del prisma de la alborada, y un suave perfume a nardos. Toño, inmóvil, le observó. Incrédulo, se sentó, mientras curiosos gorriones se asomaban por el ventanal. De pronto, casi sin darse cuenta, Toño, volvió a sonreír...
domingo, 6 de marzo de 2011
De Luz

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martes, 1 de marzo de 2011
Plástica


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