miércoles, 23 de febrero de 2011

En el mismo café...

Sentados en la misma mesa. Tan distantes. Pensando el uno en el otro. Han probado el mismo café, en la misma taza tal vez... Él, concentrado en sus negocios. Ella con la mirada en cualquier lugar. Sus cabezas llenas de ideas, proyectos, deseos, sueños. Sus pechos vacíos, fríos, ausentes. La sonrisa perdida en tantos labios ajenos de aquel bulevar. Adornan las horas con palabras prestadas, de terceras voces, con la sola idea de ganarle al azar... Esperan, quizá a que un golpe de suerte les cambie la vida, o un nuevo tramonto les haga girar el timón a un rumbo distinto; todavía esperan. A reflejarse en sus ojos. A entrelazar los dedos. A ser salvados. A sortear la rutina en el mismo café. Su barba recién afeitada, expectante de sus labios carmín. Sus manos impecables acariciadas solo por la servilleta y el frío. Ella levantó su mirada una vez más, no le encontró. Él, clavó su atención en la noticia, y aprestó el oído. No oyó su nombre. Solo sonó una canción. La de ambos. Acordes que erizaban sus pieles ansiosas. Dermis cubiertas de huellas equivocadas. De pronto, una mueca se esforzó por parecer una sonrisa y se colgó en sus labios recién humedecidos del último sorbo. ¿Dónde estará eso que en silencio añoran? ¿En qué momento descuidaron aquello que tanto han atesorado? ¿En qué punto exacto de esas calles colapsadas se encontraba la luz que espantaría las sombras de sus ojos cansados? Una pequeña posibilidad de culpa y redención se paseó en sus mentes. Tal vez no era el momento, probablemente hayan esperado en la lugar preciso pero en un tiempo imperfecto. Decidieron cambiar de hábitos, con la desesperada creencia de engañar al destino. Ella regresó a la misma mesa, pero esta vez a despuntar el día. El se sentó por su café, pero ahora cuando dormía el sol...

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