martes, 19 de junio de 2007

Confesionario

----Hace un año probé de un amor prohibido. Sus verdes ojos me cautivaron, no tuve más opción que dejarme llevar y rendirme al paraíso que me brindaba su sonrisa. Aunque alguien me esperaba en casa, conocí el cielo desde su boca. Sus manos suaves y temblorosas me enseñaron estrellas ocultas y desconocidas por mí. No me arrepiento, Padre, eso es lo peor, que día a día quisiera volver a esa alegría y esa paz que me brindó su clandestina compañía. No le he vuelto a ver; pero si me encontrara su cándida sonrisa una vez más, dejaría la comodidad y la pseudo estabilidad por descubrir el jardín vetado a su lado... No me importa si este modo de sentir me hace ajusticiable, pero la felicidad que me brinda sólo la encontraría en su lugar...

Al otro lado del confesionario, el Padre Santiago secó el sudor de sus manos suaves y temblorosas, sus verdes ojos se nublaron, humedecidos por los recuerdos de aquel momento que hace un año sacudió su vocación.

1 comentario:

Rodrigo Mata Cambra dijo...

Hermosa narrativa. En breve historia el autor nos muestra su gran sensibilidad.